En nuestra sociedad, y en
muchas sociedades del mundo, la política y los políticos gozan de una imagen muy
negativa, lo que provoca el rechazo de la mayoría de la población hacia la
actividad política y al desprecio o repudio de los políticos.
En el presente artículo, no
nos limitaremos al análisis de la clase política, sino que, analizaremos un
espectro más amplio como lo es la “Clase
Dirigente”, a la que algunos también denominan la “Elite Dominante”.
La clase dirigente o elite dominante
es la clase social que decide la política de una sociedad determinada. Poseen la
mayor parte de la riqueza material como así también la más amplia influencia sobre
el resto de la sociedad, determinando los destinos de una ciudad, un país y las
personas. De esta manera, los políticos, miembros de los poderes del Estado (Poder Ejecutivo Legislativo y Judicial), sindicalistas, empresarios, la
iglesia como institución entre otros, forman parte de la clase dirigente de una
sociedad.
Ahora bien, la clase
dirigente de una sociedad determinada puede estar motivada o guiada por
principios y valores nobles como por ejemplo el “Bien Común” o por el contrario perseguir fines absolutamente egoístas
y despreciables que los llevan a convertirse en “Tiranos” que aplastan, oprimen y desangran al resto de la
sociedad.
En tal sentido podemos
definir el Bien Común como aquello de lo que se benefician todos los
ciudadanos, donde las instituciones y medios socioeconómicos funcionan de
manera que benefician a todas las personas. En otras palabras, constituye un
conjunto de obras materiales e inmateriales que cabe concebir como creación humana,
para la realización del bienestar del individuo, este patrimonio, que la civilización
ofrece al hombre para alcanzar la seguridad, felicidad y realización personal
en general, se compone de conocimientos científicos, técnicos, idiomas, hábitos
de vida, medios de transporte, etc.
Por otro lado, podemos
definir a la tiranía como el abuso del poder, la fuerza o superioridad. Cabe destacar
que los tiranos pueden acceder al poder por vías legales, mediante elecciones democráticas,
no necesariamente lo hacen por medio de la fuerza o la violencia. Así, tanto
instituciones públicas como privadas pueden estar conducidas por hombres o
mujeres que movidos por ambiciones desmedidas e intereses egoístas adoptan
comportamientos autoritarios y despóticos.
La pregunta a responder es ¿Por qué la clase dirigente adopta la tiranía
y se transforman en opresores del resto de la sociedad?
Sin lugar a dudas podríamos responder
a la pregunta con diferentes argumentos, abordando el tema desde la visión política,
filosófica, sociológica o desde la perspectiva de la psicología social. En este
caso, nos centraremos en tratar de responder a la pregunta formulada desde el
punto de vista de la psicología social.
Hace ya varios años atrás,
en momentos en que nuestro país atravesaba por una de las tantas crisis políticas
económicas y sociales, desde lo más profundo de la sociedad comenzó a surgir el
grito de “que se vayan todos”, que
muchas veces acompañado de cacerolazos se hacía sentir en todo el país.
De más está decir que no solo
no se fueron todos, sino que, en realidad no se fue ninguno, pues, lo que en
verdad pasó fue que comprobamos una ley física, aquella que dice que nada se
destruye sino que todo se transforma. De esta manera, con mucha habilidad, la
clase dirigente sufrió una transformación, misma transformación que la ha
mantenido durante décadas en el poder.
Nuestra sociedad, parece no
entender o no querer comprender que la clase dirigente no es puesta en sus roles
por platillos voladores. Toda la clase dirigente nace y se desarrolla en el
seno de la misma sociedad, con lo cual podemos a priori ver que el proceso de sociabilización
es autodestructivo.
Actualmente nuestra sociedad
se divide entre opresores y oprimidos en términos políticos, económicos y
culturales, donde la clase dirigente juega el rol de opresores y el resto de la
sociedad adopta el papel de oprimidos.
De alguna manera, nuestra
sociedad ha aceptado el rol de víctima y espectador pasivo que acepta con resignación
y sumisión el maltrato político, económico, social e incluso psicológico de la
clase dirigente. Pero ¿Cómo es posible que se haya llegado a este grado de resignación
y sumisión?.
Podemos encontrar una
respuesta en lo que la psicología llama la “Indefensión
Aprendida” que es un tipo de comportamiento que aparece cuando una persona
es incapaz de reaccionar frente a situaciones dolorosas. Esta persona empieza a creer
que no tienen ningún control sobre una situación que le está causando un daño
físico o psicológico, y se inhibe mostrando pasividad para modificar las
cosas. La Indefensión Aprendida fue descubierta en 1965 por el psicólogo Martin
Seligman. Es un estado psicológico que
genera en la persona un sentimiento de falta de control tanto de su ambiente
como sobre las circunstancias que la rodean, se ha demostrado que en los seres
humanos cuando han estado expuestos a acontecimientos desastrosos o castigos
reiterados que parecen aleatorios e inevitables, aparece en ellos una sensación
de impotencia y de no saber cómo mejorar las circunstancias, llegando incluso a
generar depresión. Algunas de las circunstancias vitales que provocan la aparición
de la indefensión aprendida son la violencia física o psicológica o incluso
debido a una serie de continuados fracasos.
Así,
podemos ver que nuestra sociedad sufre de “Indefensión Aprendida”, ya
que ha estado expuesta durante muchas décadas al maltrato físico y psicológico (crisis
políticas, golpes de estado, crisis económicas, degradación socio-cultural, etc.)
por parte de la clase dirigente.
Por
otro lado, respecto a la conducta de la clase dirigente, resultará muy
esclarecedor el aporte que desde la psicología hace el Psicólogo Philip
Zimbardo en 1971 y su experimento llamado “Experimento de la Cárcel de
Stanford”. Sin entrar en detalles acerca del experimento en sí ya que es
ampliamente conocido, el mismo nos es sumamente útil para analizar el comportamiento
de la clase dirigente.
Lo que el experimento de la prisión de
Stanford revelo fue hasta qué punto la psique humana es manipulable máxime cuando
se da en un entorno adecuado. Así, la clase dirigente, se retroalimenta
asumiendo el rol de “carceleros” sometiendo al resto de la sociedad al
rol de “prisioneros”, de esta manera se puede explicar porque las
personas que están en posiciones de poder actúan como autómatas siguiendo las órdenes
de aquellos que detentan el poder desde las sombras.
De
esta manera la Clase Dirigente llega al punto de carecer por completo del menor
sentimiento de empatía por sus semejantes, y es aquí donde encontramos explicación
a diferentes comportamientos de personas que dictan leyes y normas o las hacen
cumplir, que van en contra del más puro de los sentimientos de humanidad. Llegan
incluso a adoptar acciones que si ellos mismos las tuvieran que padecer, no
serian capaces de soportarlas ni un día. Para ejemplificar lo anteriormente
dicho podemos mencionar la reforma laboral, la inflación, el aumento de los
combustibles, el aumento de las tarifas, el desempleo, la criminalidad, la
pobreza, la falta de salud, la falta de educación, la pérdida de poder
adquisitivo, etc, etc., pero no se limitan solo a eso, sino que, también, a
todas aquellas personas que demuestran que son capaces de pensar, se les aparte
e impide su crecimiento para evitar que puedan levantar al pueblo contra la élite gobernante.
El
pueblo absolutamente sometido y resignado, entonces acepta todo tipo de
imposiciones sin capacidad de reacción ante los atropellos de la élite.
Incluso
aquellas pocas personas de nobles intenciones que intentan y logran acceder a
las esferas del poder terminan siendo funcionales a los intereses de la élite dominante. En tal sentido resulta esclarecedora la teoría del Psicólogo Leon
Festinger, quien propuso la teoría de la “Disonancia Cognitiva” que
explica cómo las personas intentan mantener su consistencia interna. Sugirió
que los individuos tienen una fuerte necesidad interior que les empuja
a asegurarse de que sus creencias, actitudes y su conducta son coherentes
entre sí. La incomodidad, tensión o ansiedad que experimentan los
individuos cuando sus creencias o actitudes entran en conflicto con lo que
hacen. Este displacer puede llevar a un intento de cambio de la
conducta o a defender sus creencias o actitudes (incluso llegando al autoengaño) para
reducir el malestar que producen.
Finalmente
los pocos que llegan con nobles intenciones, terminan justificando lo
injustificable auto-engañandose para tratar de esa manera de callar su propia
conciencia y el sentimiento de culpa y vergüenza.
Una
de las poderosas parábolas en la biblia es la del Buen Samaritano, donde un
hombre se encuentra tirado a un costado del camino y mientras varias personas
pasan a su lado, nadie hace nada por ayudar a esta persona que sufre, pero el
hombre de Samaria, el Buen Samaritano, se detiene y ayuda a ese hombre, le da
alojamiento, lo atiende y se preocupa por su bienestar.
La
idea central que debería guiar a toda nuestra sociedad es justamente la del “Buen
Samaritano”, es decir, tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen a
nosotros, en definitiva tratar de ayudarnos los unos a los otros.
Lamentablemente,
el ejemplo del Buen Samaritano, es dejado de lado en nuestras sociedades, por
el contrario, se da lo que se conoce como “Efecto Espectador”, es decir,
la indiferencia expectante. El efecto espectador es un
fenómeno psicológico por el cual es menos probable que alguien intervenga
en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo.
La explicación más común de este fenómeno es que, con otros presentes, los
observadores asumen que otro intervendrá y todos se abstienen de hacerlo. El
grupo hace que se difumine la responsabilidad.
Una
persona puede contrarrestar el efecto espectador dirigiéndose a una persona en
concreto de la multitud en lugar de apelar a la gente en general. Esto coloca
toda la responsabilidad en una persona concreta en lugar de dejar que se
difumine. Esto sirve también para superar la ignorancia colectiva, ya que la
gente al ver que alguien se acerca a ayudar tomará conciencia real de la
situación.
Queda
claro que en sociedad, debemos asumir nuestras responsabilidades individuales,
adoptando normas, valores y principios que nos guíen y orienten como individuos
y así, la suma de las individualidades podrá generar una sociedad más justa,
solidaria y equitativa.
No
es casualidad la destrucción del sistema educativo, ya que la única manera, de
revertir toda la degradación social es únicamente mediante una verdadera revolución
educativa. Ya no son necesarias revoluciones de izquierda o de derecha, lo que
se necesita es educar a cada ser humano con valores trascendentales como la
libertad, la solidaridad, el respeto por la vida, el respeto por las leyes y el
bien común.
“…Si
pretendemos avanzar, debemos volver atrás y descubrir de nuevo los valores
preciosos, porque toda realidad gira entorno a fundamentos morales y porque
toda realidad tiene un control espiritual…” Martin
Luther King.
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