miércoles, 16 de mayo de 2018

LA CLASE DIRIGENTE: ¿DEFENSORES DE LA TIRANIA O BUSCADORES DEL BIEN COMUN?

En nuestra sociedad, y en muchas sociedades del mundo, la política y los políticos gozan de una imagen muy negativa, lo que provoca el rechazo de la mayoría de la población hacia la actividad política y al desprecio o repudio de los políticos. 


En el presente artículo, no nos limitaremos al análisis de la clase política, sino que, analizaremos un espectro más amplio como lo es la “Clase Dirigente”, a la que algunos también denominan la “Elite Dominante”.

La clase dirigente o elite dominante es la clase social que decide la política de una sociedad determinada. Poseen la mayor parte de la riqueza material como así también la más amplia influencia sobre el resto de la sociedad, determinando los destinos de una ciudad, un país y las personas. De esta manera, los políticos, miembros de los poderes del Estado (Poder Ejecutivo Legislativo y Judicial), sindicalistas, empresarios, la iglesia como institución entre otros, forman parte de la clase dirigente de una sociedad.

Ahora bien, la clase dirigente de una sociedad determinada puede estar motivada o guiada por principios y valores nobles como por ejemplo el “Bien Común” o por el contrario perseguir fines absolutamente egoístas y despreciables que los llevan a convertirse en “Tiranos” que aplastan, oprimen y desangran al resto de la sociedad.

En tal sentido podemos definir el Bien Común como aquello de lo que se benefician todos los ciudadanos, donde las instituciones y medios socioeconómicos funcionan de manera que benefician a todas las personas. En otras palabras, constituye un conjunto de obras materiales e inmateriales que cabe concebir como creación humana, para la realización del bienestar del individuo, este patrimonio, que la civilización ofrece al hombre para alcanzar la seguridad, felicidad y realización personal en general, se compone de conocimientos científicos, técnicos, idiomas, hábitos de vida, medios de transporte, etc.

Por otro lado, podemos definir a la tiranía como el abuso del poder, la fuerza o superioridad. Cabe destacar que los tiranos pueden acceder al poder por vías legales, mediante elecciones democráticas, no necesariamente lo hacen por medio de la fuerza o la violencia. Así, tanto instituciones públicas como privadas pueden estar conducidas por hombres o mujeres que movidos por ambiciones desmedidas e intereses egoístas adoptan comportamientos autoritarios y despóticos.

La pregunta a responder es ¿Por qué la clase dirigente adopta la tiranía y se transforman en opresores del resto de la sociedad?

Sin lugar a dudas podríamos responder a la pregunta con diferentes argumentos, abordando el tema desde la visión política, filosófica, sociológica o desde la perspectiva de la psicología social. En este caso, nos centraremos en tratar de responder a la pregunta formulada desde el punto de vista de la psicología social.

Hace ya varios años atrás, en momentos en que nuestro país atravesaba por una de las tantas crisis políticas económicas y sociales, desde lo más profundo de la sociedad comenzó a surgir el grito de “que se vayan todos”, que muchas veces acompañado de cacerolazos se hacía sentir en todo el país.


De más está decir que no solo no se fueron todos, sino que, en realidad no se fue ninguno, pues, lo que en verdad pasó fue que comprobamos una ley física, aquella que dice que nada se destruye sino que todo se transforma. De esta manera, con mucha habilidad, la clase dirigente sufrió una transformación, misma transformación que la ha mantenido durante décadas en el poder.

Nuestra sociedad, parece no entender o no querer comprender que la clase dirigente no es puesta en sus roles por platillos voladores. Toda la clase dirigente nace y se desarrolla en el seno de la misma sociedad, con lo cual podemos a priori ver que el proceso de sociabilización es autodestructivo.

Actualmente nuestra sociedad se divide entre opresores y oprimidos en términos políticos, económicos y culturales, donde la clase dirigente juega el rol de opresores y el resto de la sociedad adopta el papel de oprimidos.

De alguna manera, nuestra sociedad ha aceptado el rol de víctima y espectador pasivo que acepta con resignación y sumisión el maltrato político, económico, social e incluso psicológico de la clase dirigente. Pero ¿Cómo es posible que se haya llegado a este grado de resignación y sumisión?.

Podemos encontrar una respuesta en lo que la psicología llama la “Indefensión Aprendida” que es un tipo de comportamiento que aparece cuando una persona es incapaz de reaccionar frente a situaciones dolorosas. Esta persona empieza a creer que no tienen ningún control sobre una situación que le está causando un daño físico o psicológico, y se inhibe mostrando pasividad para modificar las cosas. La Indefensión Aprendida fue descubierta en 1965 por el psicólogo Martin Seligman. Es un estado psicológico que genera en la persona un sentimiento de falta de control tanto de su ambiente como sobre las circunstancias que la rodean, se ha demostrado que en los seres humanos cuando han estado expuestos a acontecimientos desastrosos o castigos reiterados que parecen aleatorios e inevitables, aparece en ellos una sensación de impotencia y de no saber cómo mejorar las circunstancias, llegando incluso a generar depresión. Algunas de las circunstancias vitales que provocan la aparición de la indefensión aprendida son la violencia física o psicológica o incluso debido a una serie de continuados fracasos.


Así, podemos ver que nuestra sociedad sufre de “Indefensión Aprendida”, ya que ha estado expuesta durante muchas décadas al maltrato físico y psicológico (crisis políticas, golpes de estado, crisis económicas, degradación socio-cultural, etc.) por parte de la clase dirigente.

Por otro lado, respecto a la conducta de la clase dirigente, resultará muy esclarecedor el aporte que desde la psicología hace el Psicólogo Philip Zimbardo en 1971 y su experimento llamado “Experimento de la Cárcel de Stanford”. Sin entrar en detalles acerca del experimento en sí ya que es ampliamente conocido, el mismo nos es sumamente útil para analizar el comportamiento de la clase dirigente.

 Lo que el experimento de la prisión de Stanford revelo fue hasta qué punto la psique humana es manipulable máxime cuando se da en un entorno adecuado. Así, la clase dirigente, se retroalimenta asumiendo el rol de “carceleros” sometiendo al resto de la sociedad al rol de “prisioneros”, de esta manera se puede explicar porque las personas que están en posiciones de poder actúan como autómatas siguiendo las órdenes de aquellos que detentan el poder desde las sombras.


De esta manera la Clase Dirigente llega al punto de carecer por completo del menor sentimiento de empatía por sus semejantes, y es aquí donde encontramos explicación a diferentes comportamientos de personas que dictan leyes y normas o las hacen cumplir, que van en contra del más puro de los sentimientos de humanidad. Llegan incluso a adoptar acciones que si ellos mismos las tuvieran que padecer, no serian capaces de soportarlas ni un día. Para ejemplificar lo anteriormente dicho podemos mencionar la reforma laboral, la inflación, el aumento de los combustibles, el aumento de las tarifas, el desempleo, la criminalidad, la pobreza, la falta de salud, la falta de educación, la pérdida de poder adquisitivo, etc, etc., pero no se limitan solo a eso, sino que, también, a todas aquellas personas que demuestran que son capaces de pensar, se les aparte e impide su crecimiento para evitar que puedan levantar al pueblo contra la élite gobernante.

El pueblo absolutamente sometido y resignado, entonces acepta todo tipo de imposiciones sin capacidad de reacción ante los atropellos de la élite.

Incluso aquellas pocas personas de nobles intenciones que intentan y logran acceder a las esferas del poder terminan siendo funcionales a los intereses de la élite dominante. En tal sentido resulta esclarecedora la teoría del Psicólogo Leon Festinger, quien propuso la teoría de la “Disonancia Cognitiva” que explica cómo las personas intentan mantener su consistencia interna. Sugirió que los individuos tienen una fuerte necesidad interior que les empuja a asegurarse de que sus creencias, actitudes y su conducta son coherentes entre sí. La incomodidad, tensión o ansiedad que experimentan los individuos cuando sus creencias o actitudes entran en conflicto con lo que hacen. Este displacer puede llevar a un intento de cambio de la conducta o a defender sus creencias o actitudes (incluso llegando al autoengaño) para reducir el malestar que producen.

Finalmente los pocos que llegan con nobles intenciones, terminan justificando lo injustificable auto-engañandose para tratar de esa manera de callar su propia conciencia y el sentimiento de culpa y vergüenza.


Una de las poderosas parábolas en la biblia es la del Buen Samaritano, donde un hombre se encuentra tirado a un costado del camino y mientras varias personas pasan a su lado, nadie hace nada por ayudar a esta persona que sufre, pero el hombre de Samaria, el Buen Samaritano, se detiene y ayuda a ese hombre, le da alojamiento, lo atiende y se preocupa por su bienestar.

La idea central que debería guiar a toda nuestra sociedad es justamente la del “Buen Samaritano”, es decir, tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen a nosotros, en definitiva tratar de ayudarnos los unos a los otros.

Lamentablemente, el ejemplo del Buen Samaritano, es dejado de lado en nuestras sociedades, por el contrario, se da lo que se conoce como “Efecto Espectador”, es decir, la indiferencia expectante. El efecto espectador es un fenómeno psicológico por el cual es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo. La explicación más común de este fenómeno es que, con otros presentes, los observadores asumen que otro intervendrá y todos se abstienen de hacerlo. El grupo hace que se difumine la responsabilidad.

Una persona puede contrarrestar el efecto espectador dirigiéndose a una persona en concreto de la multitud en lugar de apelar a la gente en general. Esto coloca toda la responsabilidad en una persona concreta en lugar de dejar que se difumine. Esto sirve también para superar la ignorancia colectiva, ya que la gente al ver que alguien se acerca a ayudar tomará conciencia real de la situación.


Queda claro que en sociedad, debemos asumir nuestras responsabilidades individuales, adoptando normas, valores y principios que nos guíen y orienten como individuos y así, la suma de las individualidades podrá generar una sociedad más justa, solidaria y equitativa.

No es casualidad la destrucción del sistema educativo, ya que la única manera, de revertir toda la degradación social es únicamente mediante una verdadera revolución educativa. Ya no son necesarias revoluciones de izquierda o de derecha, lo que se necesita es educar a cada ser humano con valores trascendentales como la libertad, la solidaridad, el respeto por la vida, el respeto por las leyes y el bien común.


“…Si pretendemos avanzar, debemos volver atrás y descubrir de nuevo los valores preciosos, porque toda realidad gira entorno a fundamentos morales y porque toda realidad tiene un control espiritual…”  Martin Luther King.

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