Resulta muy común escuchar
como las personas se refieren a los políticos muchas veces como sus patrones,
por tal motivo sería interesante conocer que significa y de donde nace el término
“patrón”. Existen varias definiciones, aunque solo citaremos alguna de ellas:
a)
Persona que emplea obreros o trabajadores en
su propiedad o negocio, generalmente para realizar algún trabajo manual.
b)
Jefe respecto de sus obreros o trabajadores.
c)
Defensor o protector de alguien o algo.
Etimológicamente, la palabra “patrón”
proviene del latín “patronus” (defensor, protector), es un derivado tardío de “pater”
(padre).
Para toda persona que trabaja en
relación de dependencia, sin lugar a dudas, tener un buen jefe significa
sentirse motivado y valorado por el trabajo que se realiza, incluso aquellos
que son buenos jefes o patrones nos pueden llegar a enseñar valores éticos y
morales como la generosidad, la solidaridad, el respeto, la humildad, etc. Por otro
lado, un mal jefe o patrón puedo hacerle la vida imposible a una persona y
hacer que aflore de sus subordinados lo peor de su personalidad. Lo correcto a
la luz de lo antes mencionado sería llamar “patrón” a aquel jefe que realmente
lo merezca, es decir, que sea un defensor, un protector de los derechos y el
bienestar de sus trabajadores.
La pregunta interesante es ¿Por qué muchas
personas se refieren a sus jefes políticos como patrones?. Muchas personas
creen o mejor dicho les han hecho creer que los políticos son sus patrones, ya
sea que estén en campaña o en algún cargo o función pública, les llaman “patrón”.
Todo esto tiene un fuerte mensaje subliminal que ha sido inculcado al pueblo
durante años por parte de la clase gobernante, nadie puede pensar que ha sido
algo casual, por el contrario, forma parte de una cultura que la clase política
ha instaurado y de la cual se ha beneficiado y continua beneficiándose hoy en día.
Con respecto a la política, es
necesario aclarar que no existe el “patrón”, ya que el término “política” proviene de la expresión griega “politiké”,
arte propio de los ciudadanos, arte de vivir en sociedad, arte de las cosas del
Estado. Se pueden dar muchas definiciones sobre la “política”, a los efectos de
arrojar mayor claridad podemos decir que política “es la actividad humana
concerniente a la toma de decisiones que conducen el accionar de la sociedad
toda”. Más aun, el pueblo, los ciudadanos no tienen “patrones” cuando
se trata de una “República” (cosa pública o asunto público).
Sin embargo, los políticos o al menos
la gran mayoría de ellos, realmente se creen los dueños de los asuntos públicos,
creen ser los “patrones” del Estado, confundiendo los asuntos particulares con
lo público y lo que es peor, valiéndose de las arcas públicas para enriquecer su
patrimonio privado. Podemos llamarlo de diferentes maneras, pero, no es más que
sacarle la plata al ciudadano.
En tal sentido, podemos apreciar como esa
idea de “patrón”, poco a poco se va relacionando con la idea de “corrupción”. Se denomina corrupción a la acción o efecto de corromper,
es decir, echar a perder, dañar, viciar, pervertir y sobornar. Esta enfermedad
de la política, esta degeneración en la forma de hacer política no es algo
nuevo, ha estado presente desde el momento en que el hombre comenzó a hacer
política y fue siempre una preocupación constante de filósofos, sociólogos y en
la actualidad de politólogos buscar la manera de combatirla y erradicarla a
través de la religión, la moral, la ética y las leyes.
La corrupción en tan
elevados niveles, resulta muy peligroso y amenaza la existencia misma del
Estado y la sociedad pudiendo, incluso, destruir y borrar por completo el
sistema republicano de gobierno y la democracia. Se entiende que existe
corrupción cuando un funcionario público es impulsado a actuar contradiciendo
el ordenamiento y disposiciones vigentes con el fin de favorecer a una persona
o grupo que, de esta manera, logra una situación de privilegio en desmedro del
resto de la sociedad. Se da una relación entre corruptor-corrompido, siendo el
corruptor quien obtiene un mayor beneficio, ya que su poder le permite influir
en el corrompido, quien, por otro lado, otorga una concesión o una prebenda de
algo que no le pertenece, ésta acción le permite obtener un beneficio económico
y social o la conquista de una posición de mayor importancia dentro de la
comunidad; corrupto es quien participa del poder del Estado y procede de manera
ilegal para beneficiar particulares.
Cuando desde los organismos
públicos, se comienza a investigar, es cuando comienzan a aparecer los hechos
de corrupción, y eso es lo que está sucediendo en nuestra ciudad, cuando
aquellos representantes del pueblo realmente defienden los interesas de los
ciudadanos. Por tal motivo nadie se asombra de que en los diferentes hechos de
corrupción pudieran estar involucrados funcionarios de la alcaldía e incluso
concejales, que en lugar de cumplir sus funciones se transforman en cómplices
de quienes realizan malos manejos de los fondos públicos.
Existen dos formas clásicas
de corrupción: el “cohecho”, que consiste en pagar una suma de dinero
para que el funcionario público dictamine a favor del corruptor y el “peculado”,
que es la acción de hurtar fondos públicos en provecho propio, también se
considera una forma de corrupción, aunque resulta de más difícil comprobación
al “nepotismo”, que consiste en el otorgamiento de puestos y empleos
públicos a familiares y amigos sin tener en cuenta el mérito, la capacidad, la
honestidad y las posibilidades de rendimiento de la persona en cuestión.
Así, se da el juego político más allá
del bien y del mal, el crimen y la expansión de los apetitos y las ambiciones,
crean un clima político donde la “política” se encuentra divorciada de ética y
la moral.
Gran parte de la clase política, viene desde hace
bastante tiempo persistiendo en el error, el error de subestimar al pueblo. En
palabras de Confucio: “…Se llama error a cometer una equivocación y no
corregirla…”.
Para concluir citaré la frase de Lao Tse: “…conociendo la enfermedad de la enfermedad es como los sabios
evitan ponerse enfermos…”. Está claro que el comportamiento del pueblo
refleja sabiduría al conocer que la enfermedad que enferma a la toda la
sociedad es la corrupción de gran parte de la clase política.
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