sábado, 30 de marzo de 2019

DEL HAMBRE A LA REVOLUCIÓN


En tiempos antiguos, los reyes y ejércitos usaron mensajeros para comunicarse entre sí. Estos enviados y emisarios humanos, como es de esperarse, a veces entregaban malas noticias y sufrían las consecuencias. Aunque era una práctica bastante frecuente, no todos los reyes o emperadores mataban al mensajero.


Un ejemplo es la obra de Antonio y Cleopatra de Shakespeare, donde el mensajero le informa a Cleopatra que Antonio se ha casado con otra mujer, Cleopatra enfurece y amenaza al mensajero con arrancarle los ojos, a lo que el mensajero responde: “…Graciosa Señora, yo que traigo las noticias no he hecho a la pareja…”.

En el año 1482, el rey moro Boabdil (Abu Al-Jacen), cuando se le dio la noticia de la caída de la ciudad de Alhama ante los conquistadores católicos, inmediatamente quemó el mensaje y mandó a matar al mensajero. Pero no todos los grandes líderes trataban de igual manera a los mensajeros, un claro ejemplo es el de Alejandro Magno que dijo a cierto mensajero lo siguiente: “…Usted teme el castigo y pide por su vida. Lo dejaré libre y usted verá la diferencia entre un rey griego y un tirano bárbaro. No espere sufrir ningún daño de mí. Un rey no mata a los mensajeros…”.

En tiempos actuales, la práctica de “matar” al mensajero es muy común, aunque, no es la muerte física, sino que, se hace a través de la indiferencia, el menosprecio, la ridiculización o el descrédito de quien trasmite el mensaje.
De cualquier manera, el receptor del mensaje puede decidir matar al mensajero o tomar las decisiones más acertadas de acuerdo al mensaje que recibe.

En otras palabras, lo que expongo en el presente artículo, puede ser entendido por algunos como malas noticias y en consecuencia interpretar que soy el mensajero que debe ser castigado. Desde otra perspectiva, puede y debiera ser entendido como un recordatorio o incluso y llamado de atención sobre el posible curso de los acontecimientos presentes y futuros.

Ciertamente la historia no se repite exactamente del mismo modo, pero, encontramos en los sucesos históricos elementos que nos permiten inferir posibles consecuencias que derivan de las decisiones y acciones presentes. Se le atribuye a Napoleón Bonaparte la frase: “…Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla…”.

La realidad política, social y económica de la Argentina, como veremos más adelante, nos muestra de manera clara e inequívoca que estamos transitando los últimos pasos hacia el precipicio. Mientras tanto, la clase dirigente continua, por acción u omisión, siendo responsable de la catástrofe actual y las consecuencias que padecerá el pueblo de la Nación.

Como veremos, no sólo es la historia la que permite deducir que los acontecimientos actuales terminaran en un verdadero desastre, también, podemos encontrar escritos que podemos calificar de “místicos”, que plantean un escenario con un curioso y llamativo parecido con nuestra realidad actual. Dar crédito o veracidad a tales escritos, será tarea del lector, quien sin lugar a dudas sacará sus propias conclusiones.

La situación social y económica motivaron, inevitablemente, la revolución de 1789 (Revolución Francesa). La economía francesa había mejorado gracias al aumento del comercio y a la producción de algunas manufacturas. Sin embargo, esta prosperidad sólo beneficiaba a los más ricos; los salarios eran bajos y las cargas de los impuestos que pesaban sobre los campesinos eran elevadas hasta el punto de hacerse insoportables. Así, gran parte de la población se vio en la miseria. Como simple ejemplo citemos un dato: en esta época, la ciudad de París tenía 650 000 habitantes; de ellos, cerca de 120 000 eran indigentes.

Luis XVI, incapaz de comprender la situación y amigo de las intrigas cortesanas, defendió los intereses de la aristocracia, que sólo buscaba salvar sus privilegios. No realizó ninguna reforma; nuevos impuestos y empréstitos fueron las únicas medidas tomadas para solucionar la crisis.

La alta nobleza, constituida por alrededor de 4 000 aristócratas que integraban la corte del rey en Versalles. Vivían lujosamente, con grandes gastos para el Estado, y monopolizaban los cargos y privilegios importantes. La nobleza rural, que vivía en sus tierras, y la nobleza de toga, constituida por los ricos burgueses que llegaban a ese estado por ocupar determinados cargos públicos, se hallaban en un nivel inferior.


En Francia, el tercer estado carecía de poder de decisión y pagaba los mayores impuestos.

Quienes comprendían el Tercer Estado:
1)   Burguesía: comprendida por banqueros y financistas, que hacían negocios con el Estado o vivían de la usura. Comerciantes, manufactureros, artesanos, funcionarios menores y profesionales.
2)   Campesinos: propietarios de pequeñas parcelas, arrendatarios y jornaleros.
3)   Trabajadores urbanos: Vivían de las manufacturas, tareas domésticas y otros trabajos ocasionales.

Los campesinos, trabajadores urbanos y la pequeña burguesía se hallaban en una situación muy difícil. Los que tenían propiedades apenas lograban sobrevivir, pues debían pagar:
·        El impuesto real al Estado
·        El diezmo a la Iglesia
·        Los tributos y cargas al señor local
·        La inflación (que empobrecía tanto como los demás impuestos)

También, debían abonar rentas al señor de la localidad por el uso obligatorio de molinos, hornos, en concepto de peaje, derecho de caza, de pesca y uso de bosques, por la administración de justicia y el impuesto a la sal (gabela). Así el 90 % de los pequeños propietarios rurales no podía mantener a su familia con el producto de su tierra y debían emplearse como peones en tierras del señor o vender su propiedad. Gran cantidad de mendigos surgía de este sector en las épocas de crisis.

1785-1789, se puede apreciar que los precios habían aumentado en un 65 por ciento, y los salarios en un 22 solamente; al disminuir el poder adquisitivo de las masas, de esta manera llego un punto en que la población ya no pudo pagar los impuestos. La situación se hizo tan difícil que la población no pudo ni siquiera comer pan, que formaba parte de la dieta básica de los franceses, estallando revueltas en distintas ciudades por el hambre y la necesidad. De allí que se le atribuye la frase a María Antonieta (esposa de Luis XVI), al momento de una protesta por falta de pan: “…Si no tienen pan, que coman pasteles…”. Probablemente la reina no haya pronunciado dicha frase, pero, ilustra de manera extraordinaria el nivel de indiferencia y el desconocimiento que tenían los reyes y la nobleza sobre la dura realidad que sufría el pueblo francés.

Ahora bien, 230 años después de la Revolución Francesa, nos encontramos con la realidad política, social y económica de la Argentina que, claramente, demuestra que al menos la clase dirigente no ha aprendido absolutamente nada de historia.

La crisis económica, social y política; inflación, altos impuestos, devaluación, endeudamiento, desempleo, pobreza, indigencia, indiferencia de la clase dirigente, corrupción y hambre, generan una situación que en nuestro país y en cualquier país del mundo pueden dar paso al estallido de una Revolución.

El Presidente Macri y “el mejor equipo” de los últimos 50 años demostraron ser efectivamente los mejores de acuerdo a sus objetivos, es decir, destruir un país en 4 años; un verdadero récord. La inflación, resulta la más alta de los últimos 27 años que sumada a los tarifazos y a la devaluación, podemos decir que este gobierno es una verdadera máquina de hacer pobres.

El precio de los alimentos y los servicios públicos, o sea, lo que más afecta a la clase media y a los pobres es lo que más aumenta de manera permanente. Alimentos básicos como por ejemplo la harina, aceite, carne, pan arroz, fideos, la leche y los lácteos, yerba mate, por nombrar algunos alimentos, registran aumentos que oscilan entre el 75,3% a 188,4%, lógicamente no sólo aumentan los alimentos, todo aumentó y sigue aumentando, hasta la cantidad de pobres e indigentes, lo único que no aumentó en el periodo de la era Macri fueron los salarios. Más aún, 49 de los 59 productos básicos relevados y publicados por el INDEC, tuvieron un aumento del 47,5%, sin tener en cuenta los aumentos registrados en el año 2019.

De acuerdo a los datos oficiales del INDEC, para no ser indigente una familia no debe ganar menos de 11.117 pesos, mientras que para no ser pobre una familia no debe ganar menos de 27.570 pesos. Ahora bien, el mismo INDEC informó que el 60% de los trabajadores no gana más de 15.000 pesos, también informó que el 60% de los hogares tienen ingresos hasta 25.800 pesos.


Bien, no se necesita ser un genio matemático para darse cuenta que por lo menos el 80% de los argentinos es pobre o indigente.

Mientras tanto, Macri y sus funcionarios, que parecen haber asistido a la misma escuela de actuación, le dicen al pueblo frases tales como:

“…Que todos los argentinos hagamos un esfuerzo…”

“…Sé lo que pesa una actualización de tarifas en el bolsillo. Entiendo lo que les pasa, pero si había otra manera de hacerlo, lo hubiera hecho. Le dí vueltas, vueltas y más vueltas y no hay otra forma. Qué más quisiera que los argentinos tengan todo más fácil…”.

"...La gente que tiene que aguantar…"

"…Todos tenemos que tirar juntos de este carro…"

“…Es la primera vez en décadas que Argentina entró a una crisis y está saliendo de poco con las mismas reglas, sin haber hecho corralito, emitido bonos, cepos, nada de todo lo malo que hicimos en el pasado y que terminó arruinándolos…"

"…Este es el camino para construir bases sólidas…"

"…Fracasar es Venezuela, es resignarse. Es duro saber que no podíamos seguir gastando más de lo que teníamos…”

Francamente, las frases del Presidente y sus funcionarios se pueden explicar de dos maneras diferentes:

1)   Porque viven otra realidad, un mundo de ricos y desconocen lo que vive el pueblo.
2)   Porque conocen bien la realidad de las necesidades del pueblo, pero, son unos malnacidos, desalmados e indolentes que no les importa en lo más mínimo el sufrimiento ajeno.

La verdad es que, si “fracasar es Venezuela”, como dicen a boca llena, les pediría por favor que explicaran cual es el éxito de tener la mayor cantidad de pobres e indigentes y la inflación más alta del mundo después de Venezuela. Respecto a “todos los argentinos hagamos un esfuerzo” o “la gente tiene que aguantar”, pienso que es muy fácil pedir esfuerzo cuando no se padecen necesidades y, sentenciar que la gente tiene que aguantar; me pregunto si alguno de ellos ha aguantado hambre alguna vez o ha visto a sus hijos con hambre y les han dicho “sé que tienen hambre, pero, aguanten”. Tal vez, los cerebros que gobiernan no se dan cuenta que resultan insultantes y ofensivas las frases que pronuncian, tan ofensivo como la frase de María Antonieta o la indiferencia e indolencia de Luis XVI y la nobleza.

Desde el punto de vista político, social y económico, están dadas todas las condiciones para que una pequeña chispa haga estallar una Revolución. Si tenemos en cuenta la historia es fácil deducir que un estallido social puede producirse en cualquier momento, pero, no solo tenemos advertencias por las enseñanzas que nos deja la historia, también, existen como mencioné en un principio escritos “místicos” o “profecías” que hablan de un contexto como el que estamos atravesando en los que también se menciona la posibilidad de una Revolución. Juzgar la veracidad o credibilidad de tales profecías quedará a criterio del lector.

“…La Argentina tendrá su ‘revolución francesa’, en triunfo, puede ver sangre en las calles si no ve el instante del hombre gris…”. Benjamín Solari Parravicini.

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