Cuando queremos definir que
es un político hay que considerar dos aspectos desde donde abordar la definición
que son complementarios. Un político hace política, interviene conscientemente
en la política, toma decisiones que supone el desarrollo de acciones que
intentan transformar la realidad social, o mantenerla, afectando, por
consiguiente, a la vida del resto de las personas. Se trata, por lo tanto, de
algo que tiene que ver con la acción y ello puede ser analizado, evaluado si se
quiere, externamente. Por otro lado, un político siente la política, alcanza a
tener una identidad política que se convierte en una razón de vida y que es una
justificación moral de la misma. Se trata de un aspecto de abordaje más
complejo. La voluntad, los sentimientos, la identidad, pertenecen al espacio de
la subjetividad que es más difícil de capturar. Además, no son constantes a lo
largo de la vida de una persona ni en su dirección ni en su intensidad. Ambos aspectos,
acción y deseo, se solapan con la seminal disyuntiva Weberiana de la profesión y
de la vocación.
La democratización ha
contribuido a la profesionalización de la política. En primer lugar la
tendencia a la profesionalización de la política no fue una decisión propia de
los políticos, sino resultado de un ámbito público que cada vez se iba
agrandando mas y con mas temas por resolver, así, los funcionarios públicos debían
rendir cuentas para garantizar el bienestar público. En segundo lugar, la democratización
implicó una apertura de la política hacia nuevos grupos sociales, ya no era
aceptable limitar la política a un pequeño sector de la población. Las posibilidades
de poder vivir de la política incentivaban a participar en ella a sectores de
la sociedad tradicionalmente excluidos. En tercer lugar, la democratización creó
exigencias de tiempo y, por consiguiente, la dedicación exclusiva a la
actividad política generó la necesidad de contar con un ingreso derivado de la política.
Sin lugar a dudas la política
es una profesión y el político un profesional de la política, en tal sentido,
la sociedad no puede aceptar que el político incursione en la vida política a
manera de hobby. El Hobby no es una obligación que nos demande a tiempo
completo, sino que se practica por placer, con el objetivo de aliviar el estrés
de nuestra rutina cotidiana, sea escolar o laboral, sin que nos reporte ninguna
clase de beneficio de tipo económico.
El carácter profesional de
la política está claramente influenciado por la “vocación” que es la
inclinación a cualquier estado, carrera o profesión. La vocación está
relacionada con los anhelos y sentimientos de cada persona.
Así, la política entendida y
aceptada como profesión, compite con otras actividades laborales de las personas,
donde los diferentes tipos de expectativas e incentivos juegan un rol fundamental.
Dedicarse a la política supone optar por una actividad que tiene determinadas características
propias. La decisión de un individuo de entrar en política es una cuestión que
atañe a la intimidad de la persona quien evalúa los costes y beneficios, las recompensas
de carácter material y otras del ámbito espiritual. Indudablemente las
expectativas económicas del político son razonablemente altas. Dentro del
mercado salarial si se que quiere que la oferta de la política sea considerada
como un escenario de desarrollo profesional debe ser suficientemente atractiva
para generar incentivos que animen a realizar la actividad política.
Pues bien, la política es
una profesión inspirada en la vocación, por tanto, la persona que interviene en
política (el político) es un profesional. Se entiende por profesión a la actividad
habitual de una persona, generalmente para la que se ha preparado, que, al
ejercerla, tiene derecho a recibir una remuneración o salario. Un profesional es
quien ejerce una profesión (un empleo o trabajo que requiere de conocimientos
formales y especializados). Para convertirse en profesional, una persona debe
cursar estudios (por lo general, terciarios o universitarios) y contar con un
diploma o título que avale los conocimientos adquiridos y la idoneidad
para el ejercicio de la profesión.
El problema se presenta
justamente en la propia definición de la política como profesión y el político como
profesional, ya que, de ser así, el político debería cumplir con ciertos
requisitos mínimos exigidos y establecidos en cualquier otra profesión. Entre las
exigencias que debería cumplir un político: Formación técnica específica,
Aptitud, Visión global, Capacitación continua, Cultura del esfuerzo,
Compromiso, Valores éticos, Adaptabilidad al cambio y Liderazgo entre otros.
En definitiva el debate está
planteado, ¿el político es un profesional y en consecuencia debe percibir un
salario como tal?
Isócrates
en el año 355 AC ,
escribió: “...Cuando tomáis una resolución sobre vuestros asuntos
particulares, buscáis como consejeros a quienes son más inteligentes que vosotros
mismos, pero cuando os reunís en Asamblea, desconfiáis de tales consejeros y
los aborrecéis.
Rodeáis de elogios a
los peores de cuantos suben a la tribuna y pensáis que son más útiles al pueblo
los embriagados que los sobrios, los necios que los inteligentes, los que
reparten los fondos estatales que quienes sostienen un servicio público con sus
fortunas particulares. Por eso hay que sorprenderse si alguno espera que la
ciudad mejore utilizando tales consejeros...”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario