jueves, 17 de noviembre de 2016

EL POLÍTICO:¿DEBE PERCIBIR UN SALARIO?


          Cuando queremos definir que es un político hay que considerar dos aspectos desde donde abordar la definición que son complementarios. Un político hace política, interviene conscientemente en la política, toma decisiones que supone el desarrollo de acciones que intentan transformar la realidad social, o mantenerla, afectando, por consiguiente, a la vida del resto de las personas. Se trata, por lo tanto, de algo que tiene que ver con la acción y ello puede ser analizado, evaluado si se quiere, externamente. Por otro lado, un político siente la política, alcanza a tener una identidad política que se convierte en una razón de vida y que es una justificación moral de la misma. Se trata de un aspecto de abordaje más complejo. La voluntad, los sentimientos, la identidad, pertenecen al espacio de la subjetividad que es más difícil de capturar. Además, no son constantes a lo largo de la vida de una persona ni en su dirección ni en su intensidad. Ambos aspectos, acción y deseo, se solapan con la seminal disyuntiva Weberiana de la profesión y de la vocación. 
          
          La democratización ha contribuido a la profesionalización de la política. En primer lugar la tendencia a la profesionalización de la política no fue una decisión propia de los políticos, sino resultado de un ámbito público que cada vez se iba agrandando mas y con mas temas por resolver, así, los funcionarios públicos debían rendir cuentas para garantizar el bienestar público. En segundo lugar, la democratización implicó una apertura de la política hacia nuevos grupos sociales, ya no era aceptable limitar la política a un pequeño sector de la población. Las posibilidades de poder vivir de la política incentivaban a participar en ella a sectores de la sociedad tradicionalmente excluidos. En tercer lugar, la democratización creó exigencias de tiempo y, por consiguiente, la dedicación exclusiva a la actividad política generó la necesidad de contar con un ingreso derivado de la política.

Sin lugar a dudas la política es una profesión y el político un profesional de la política, en tal sentido, la sociedad no puede aceptar que el político incursione en la vida política a manera de hobby. El Hobby no es una obligación que nos demande a tiempo completo, sino que se practica por placer, con el objetivo de aliviar el estrés de nuestra rutina cotidiana, sea escolar o laboral, sin que nos reporte ninguna clase de beneficio de tipo económico.
El carácter profesional de la política está claramente influenciado por la “vocación” que es la inclinación a cualquier estado, carrera o profesión. La vocación está relacionada con los anhelos y sentimientos de cada persona.

          Así, la política entendida y aceptada como profesión, compite con otras actividades laborales de las personas, donde los diferentes tipos de expectativas e incentivos juegan un rol fundamental. Dedicarse a la política supone optar por una actividad que tiene determinadas características propias. La decisión de un individuo de entrar en política es una cuestión que atañe a la intimidad de la persona quien evalúa los costes y beneficios, las recompensas de carácter material y otras del ámbito espiritual. Indudablemente las expectativas económicas del político son razonablemente altas. Dentro del mercado salarial si se que quiere que la oferta de la política sea considerada como un escenario de desarrollo profesional debe ser suficientemente atractiva para generar incentivos que animen a realizar la actividad política.

          Pues bien, la política es una profesión inspirada en la vocación, por tanto, la persona que interviene en política (el político) es un profesional. Se entiende por profesión a la actividad habitual de una persona, generalmente para la que se ha preparado, que, al ejercerla, tiene derecho a recibir una remuneración o salario. Un profesional es quien ejerce una profesión (un empleo o trabajo que requiere de conocimientos formales y especializados). Para convertirse en profesional, una persona debe cursar estudios (por lo general, terciarios o universitarios) y contar con un diploma o título que avale los conocimientos adquiridos y la idoneidad para el ejercicio de la profesión.


          El problema se presenta justamente en la propia definición de la política como profesión y el político como profesional, ya que, de ser así, el político debería cumplir con ciertos requisitos mínimos exigidos y establecidos en cualquier otra profesión. Entre las exigencias que debería cumplir un político: Formación técnica específica, Aptitud, Visión global, Capacitación continua, Cultura del esfuerzo, Compromiso, Valores éticos, Adaptabilidad al cambio y Liderazgo entre otros.

          En definitiva el debate está planteado, ¿el político es un profesional y en consecuencia debe percibir un salario como tal?
Isócrates en el año 355 AC, escribió: “...Cuando tomáis una resolución sobre vuestros asuntos particulares, buscáis como consejeros a quienes son más inteligentes que vosotros mismos, pero cuando os reunís en Asamblea, desconfiáis de tales consejeros y los aborrecéis.
         Rodeáis de elogios a los peores de cuantos suben a la tribuna y pensáis que son más útiles al pueblo los embriagados que los sobrios, los necios que los inteligentes, los que reparten los fondos estatales que quienes sostienen un servicio público con sus fortunas particulares. Por eso hay que sorprenderse si alguno espera que la ciudad mejore utilizando tales consejeros...”.







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