Existe en la actualidad un
gran problema en la sociedad argentina y en toda América Latina que es la
delincuencia, la corrupción, los delitos por abusos sexuales, el narcotráfico y
los asesinatos, solo por mencionar algunos.
A lo largo de la historia de la
humanidad, los delincuentes siempre han sido una pequeña minoría y, podríamos
afirmar que así como antes, hoy en día, los delincuentes siguen siendo una
pequeña minoría en nuestras sociedades.
Pero la realidad no siempre coincide
con la percepción de la realidad, es decir, si realizáramos una encuesta en cualquier
ciudad de Latinoamérica preguntando sobre la delincuencia, veríamos que la opinión
de la mayoría de los encuestados es que hay mas delincuencia en la actualidad
que hace años atrás. En este punto cabría preguntarse si realmente existen más
delincuentes que en el pasado y, probablemente lleguemos a la conclusión que
nadie quiere aceptar y consiste en comprender que hay más delincuentes porque
existe impunidad (del latín impunitas) término que refiere a la falta de
castigo o escape de la sanción que implica una falta o delito.
La impunidad en nuestras sociedades,
que lejos de ser una “percepción” es una realidad indiscutible, es producto de
diferentes causas, pero, tiene un único responsable: el Estado y sus
Instituciones. Así, la sociedad finalmente ha quedado presa en una maraña
leguleya y burocrática que fomenta y legitima la impunidad.
A decir verdad, desde hace algún tiempo
comenzó a utilizarse por parte de la clase política un maravilloso concepto que
flaco favor le ha hecho a la democracia y a la sociedad y es el de los “Derechos Humanos”, al amparo del cual
no en pocas oportunidades se han justificado y permitido infinidad de
atrocidades, claro, siempre en perjuicio de la gente honesta y trabajadora. Plantear
algo tan abstracto e impersonal como los derechos humanos realmente es insólito.
Un “derecho” es propiedad del
individuo, la sociedad como tal no tiene derechos y que el único propósito
moral de un gobierno es la protección de los derechos del individuo, en tal
sentido hablar de derechos del hombre o derechos humanos en lugar de los
derechos que cada persona posee es algo así como expropiar los derechos individuales
y colectivizarlos. Un "derecho" es un principio moral que define y
confirma la libertad de acción de un hombre en un contexto social. Sólo existe
un derecho fundamental (todos los demás son su consecuencia o sus corolarios):
el derecho de un hombre a su propia vida.
La diferencia es muy obvia cuando se
trata por ejemplo un delito como una violación o algún homicidio o incluso un
hecho de corrupción de algún dirigente político o social, o incluso cuando se
habla de los delincuentes, en tales casos, algunas personas de doble moral o
peor aun de dudosa moral hablan de “Derechos Humanos”, pero, jamás hacen
mención al derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad de la persona que
fue robada, violada o asesinada. De esta manera los derechos humanos, se
contraponen al derecho del hombre, del individuo, no existe un “derecho” para los delincuentes,
violadores o asesinos, sólo existen los derechos del hombre, que son propiedad
de cada hombre individual y de todos los hombres como individuos, Cualquier
supuesto "derecho" de un
hombre que requiere la violación de los derechos de otro no es ni puede ser un
derecho. De manera que los “Derechos Humanos” no deben contraponerse al derecho
individual sino en todo caso complementarlo. Absolutamente nadie está en contra
de que a las personas privadas de su libertad se les respete su dignidad, pero,
el Estado y sus instituciones deberían poner igual o mayor énfasis en que se
respete la dignidad de todas las personas que conforman la sociedad. Quizás cuando
cambie tal manera de pensar comenzaremos a ver cómo cambia el paisaje citadino,
con menos rejas en las casas y comercios y veremos cómo los ciudadanos podrán salir
y transitar libremente.
En palabras de A. Rosenbaum “…No
hay sociedad que pueda tener valor alguno para la vida de un hombre si el
precio es la capitulación de su derecho a su vida.
El único propósito correcto,
moral, de un gobierno es la protección de los derechos del hombre, y esto
significa protegerlo de la violencia física, proteger su derecho a su vida, su
libertad, su propiedad privada y a la prosecución de su felicidad. Sin derechos
de propiedad ningún otro derecho es posible…”
Para que la situación de descomposición
social comience a cambiar, es necesario que cada miembro de la sociedad y
particularmente los dirigentes políticos (por su responsabilidad) abandonen la
actitud de que todo está bien, de que todo es lo mismo, hay que comenzar a
señalar lo que es bueno o lo que es malo y decirlo por su nombre.
“…Si alguna sociedad
"pacifista" renunciase a las represalias mediante la fuerza quedaría
indefensa, a merced del primer malhechor decidido a seguir el camino de la
inmoralidad. Una sociedad así obtendría lo opuesto a su intención: en lugar de
abolir la maldad la apoyaría y la recompensaría
Si una sociedad no proporcionara
a sus integrantes una protección organizada contra la fuerza, obligaría a todo
ciudadano a estar permanentemente armado, a convertir su hogar en una
fortaleza, a disparar contra cualquier desconocido que se acercase a su puerta
o a unirse a una pandilla de protección de ciudadanos que lucharía contra otras
pandillas similares, lo cual tendría como consecuencia la degeneración de esa
sociedad en un caos de leyes del hampa, es decir, la vigencia de la fuerza
bruta, una guerra perpetua semejante a la de tribus salvajes prehistóricas…”
Quizás sea que los políticos y una
parte de la sociedad tienen una moral específica que no coincide o incluso se
contrapone con la moral común, suponiendo que la misma exista. En definitiva,
la falta de una escala moral y un ordenamiento jurídico derivado de la misma se
transforman en un impedimento para el desarrollo armónico de cualquier sociedad.
“…Cuando advierta que para
producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando
compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores;
cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más
que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el
contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la
corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio,
entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada…”. Ayn Rand.
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