En la era de la informática,
la robótica y los viajes espaciales, pasando por la manipulación genética y la
inteligencia artificial, aun persisten viejos paradigmas políticos y sociales
cuyo único sentido en la actualidad es dividir y polarizar las sociedades.
Paradigmas que ni siquiera obedecen a una verdad histórica, por el contrario,
revelan la desinformación a la que han sido sometidas nuestras sociedades.
En el escenario político
nacional e internacional se continúa hablando de conceptos tales como la “izquierda”, “derecha” o “centro” para hacer referencia a las ideologías políticas,
de ésta manera, los partidos políticos se autodefinen y se ubican en el
espectro ideológico. Tal categorización ha condicionado a nuestras sociedades y
las confinó a debatirse ante una falsa
dicotomía, peor aún, nos condena a una prisión mental, presos de un paradigma
falso y obsoleto, impidiendo el progreso y el avance de las sociedades hacia
nuevas formas de organización política.
Los conceptos de izquierda y
derecha política nacen en el Siglo XVIII durante la Revolución Francesa por el
lugar que ocupaban las distintas facciones en la Asamblea Constituyente.
Brevemente, podemos decir
que las facciones eran las siguientes:
1)
La Extrema
Derecha: integrada por los llamados “emigrados” que eran miembros de la
nobleza, partidarios de la monarquía absoluta.
2)
La
Derecha Moderada: facción integrada por los llamados “Fuldenses”, que eran partidarios de
una monarquía constitucional, opuestos al denominado antiguo régimen y a la
democracia. También integraban la derecha moderada los “Girondinos” que aunque tenían ideas republicanas, estaban a favor
de una monarquía constitucional.
3)
La Extrema
Izquierda: dentro de esta facción encontramos a los “Jacobinos”, quienes en un principio
eran moderados, pero, pasaron a tener ideas más radicales. Este sector también
lo integraban los más extremistas llamados
“Cordeliers”. posteriormente
ambos grupos de unificaron y pasaron a denominarse la “Montaña” o “Montagnards”.
4)
El
Centro o Moderados: facción integrada por la mayoría de los
diputados denominados “Marais” o “LLano”. Este grupo oscilaba entre la
izquierda y la derecha, considerados como los indecisos por las demás
facciones.
Como podemos observar, si
bien ese es el origen de los términos “izquierda”
y “derecha” política, nada tienen
que ver con las ideologías políticas del Siglo XIX, XX o XXI. Solo para poner
algún ejemplo, podemos decir que cualquier dictadura militar, el Nazismo, el Fascismo,
o la administración de Ronald Reagan y Margaret Thatcher pertenecen a la denominada “derecha”, pero,
nada tienen que ver entre sí. Por otro lado, la Socialdemocracia Europea, la
Izquierda Verde Nórdica, el parido “Podemos” de España, el “Gran Polo Patriótico
Simón Bolívar” de Venezuela, el Partido Comunista Chino, el Marxismo-Leninismo,
Maoísmo o Trotskismo, poco tienen en común.
Respecto a los denominados partidos
políticos de “centro”, teniendo en
cuenta lo anteriormente mencionado, la gran pregunta que cabría seria ¿al
centro de qué?.
Quizás resulta tener algo de
lógica la categorización “izquierda”, “derecha” o “centro” en aquellos países donde
existe la Monarquía.
En el plano de la política
nacional, desde hace varias décadas, la sociedad ha sido testigo y victima de
la falsa división entre la supuesta “derecha” e “izquierda” que no tiene más
sentido ni fundamento que el de una
inexistente verdad. Quizás si fuésemos proclives a creer en
conspiraciones mundiales o “conspiranoicos” como gustan llamar a algunos,
podríamos decir que el invento de la “derecha” y la “izquierda” política
obedece a un plan muy bien ejecutado por parte de la élite mundial, esos
oscuros poderes que manejan los hilos del poder desde las sombras para dividir,
enfrentar y dominar al mundo.
Ahora bien, con estricto
rigor histórico, aquellos partidarios de la “derecha” son los monárquicos,
realistas o partidarios de una monarquía absoluta, mientras que los partidarios
de la izquierda son aquellos partidarios de los valores y principios
republicanos y, el centro, sería algo así como un sector que sin exponer nada
en concreto oscilan entre uno y otro.
Lo que es real es que las
ideas que inspiraron a la Revolución Francesa, fueron la fuente de inspiración
que dio origen al liberalismo político y al socialismo. En tal sentido, ideales
tales como igualdad, libertad y fraternidad engloban la esencia del liberalismo
y del socialismo político que buscan en definitiva el progreso de la sociedad.
Podríamos afirmar que tanto el liberalismo como el socialismo son hermanos
gemelos que luego de su nacimiento se fueron distanciando hasta convertirse en
sinónimo de opuestos. Tanto uno como el otro plantean la preocupación de que
algún grupo pueda concentrar el poder, la riqueza y los privilegios, así, para
dar solución, ambos, liberalismo y socialismo recurren a modelos de
organización económicas distintas.
Así, básicamente y de manera
muy breve, podemos decir que para resolver los problemas el liberalismo aboga
por un Estado mínimo o limitado ya que desde ésta concepción el Estado es el
factor que más favorece la concentración del poder. Por otro lado, los
socialistas para resolver los mismos problemas proponen reforzar al Estado.
En definitiva, tanto el
liberalismo como el socialismo son dos caras de una misma moneda, que, además,
cuando se llevan a los extremos terminan siendo tan perjudicial uno como el
otro para el conjunto de la sociedad. Dictaduras o regímenes totalitarios
liberales y socialistas no se diferencian, pues el fin no justifica los medios.
La realidad es que lo único
que se demuestra es la existencia del principio de polaridad que afirma que “…Todo
es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los
antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero
diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias
verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse…”.
Como sociedad debemos
evolucionar rompiendo falsos paradigmas de tal manera que podamos dar verdaderas
respuestas y soluciones llamando a cada cosa por su nombre.
“…Los paradigmas son
poderosos porque crean los cristales o las lentes a través de los cuales vemos
el mundo. El poder de un cambio de paradigma es el poder esencial de un cambio
considerable, ya se trate de un proceso instantáneo o lento y pausado…”. Stephen
R. Covey
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