Tras la caída de la
Unión Soviética, emergió como única súper potencia los Estados Unidos de Norteamérica. Pocos
reflexionaron en su momento lo que esa situación iba a significar en un futuro
para el conjunto de las naciones que habitan el mundo.
Los Estados Unidos
al tomar conciencia de su poder único y sin igual, comenzaron entonces una
etapa de transformación que los llevaría a convertirse en una autentica súper
potencia imperial, que en función de sus intereses ya no solo utiliza tácticas
y técnicas sutiles de dominación como por ejemplo la ideología y el dominio
económico financiero, sino que a partir de ahora utiliza su extraordinario y
avasallador poder tecnológico-militar para la ocupación efectiva de un país.
Los medios de los
cuales hacia uso anteriormente para legitimar su poder eran las Naciones Unidas
con su respectivo Consejo de Seguridad y la OTAN. Actualmente esas formas de
legitimación han pasado a la historia porque siente que; en primer lugar, ya no
le son funcionales a sus propósitos, y en segundo lugar, han tomado verdadera
conciencia de que ya no lo necesitan para legitimar sus actos. Así la
protección y el resguardo que las naciones más débiles tenían aunque fuera de
manera virtual como lo era el derecho internacional encarnado en la ONU; ha
pasado a ser una pieza de colección.
El verdadero
problema que entonces enfrenta un imperio; como ha sucedido a lo largo de la
historia, es que un poder basado únicamente en la fuerza, de hecho, puede ser
efectivo pero no puede ser considerado legítimo. La filosofía política clásica
considera que su tarea es plantearse el problema del fundamento del poder, y se
ha inclinado a negar que un poder únicamente fuerte, independientemente del hecho
de que sea capaz de durar, pueda ser justificado. De aquí la distinción
axiológica entre poder legítimo y poder ilegítimo, con base en el argumento
ritual: “¿Si nos limitamos a fundar el
poder exclusivamente en la fuerza, como se logra distinguir el poder político
del de una banda de ladrones?”.
Este problema fue
presentado de manera contundente por San Agustín en el famoso fragmento sobre
el cual se han vertido una infinidad de comentarios: “¿Sin justicia que serían en realidad los reinos sino bandas de
ladrones?, ¿Y que son las bandas de ladrones sino pequeños reinos?. En este
sentido, es muy interesante destacar el celebre intercambio de palabras entre
Alejandro y el pirata:
“Preguntándole
este rey qué le parecía cómo tenía de inquieto y perturbado el mar, con
arrogante libertad le dijo: Por el mismo motivo por el que tú infestas la
tierra; mas porque yo lo hago con un pequeño bajel me llaman corsario, y a ti,
porque lo haces con un gran ejército, te llaman emperador”.
Así, pues, resulta
muy adaptable el dialogo de Alejandro y el pirata si en lugar de corsario
utilizamos la palabra dictador y, en vez de emperador utilizamos el termino
libertador; para ilustrar las posturas entre los Estados Unidos y las naciones
del mundo a las que dicen darles “libertad” y “democracia” .
Ha resultado muy
claro a lo largo de la historia que los grandes imperios no han necesitado otra
cosa para legitimar sus actos más que el poder, sin embargo, los líderes
norteamericanos han sabido recurrir a métodos tendientes a convencer a su propio
pueblo de la existencia de enemigos, esto, con el fin de reafirmar su
nacionalismo en busca del consenso de su población, para de esta forma lograr
la legitimación interna. En un pasado fue la lucha de la democracia contra las
dictaduras autoritarias y totalitarias; luego fue la lucha contra una súper
potencia que amenazaba la democracia y el sistema capitalista, y actualmente,
está tratando de formar un nuevo enemigo bajo la denominación de terrorismo.
De
esta manera la única súper potencia logra por un lado la unificación interna y
por el otro el crecimiento de su economía. Así el imperio canaliza su energía
política, social y económica en busca de un nuevo objetivo, ello para evitar el
relajamiento de sus estructuras política, económica y militar-industrial.
Recordemos que un país sin objetivos por alcanzar, sin un rumbo que seguir, es
proclive de ser destruido por su propia energía.
En la
esfera de la política internacional, comienzan a correr vientos de nuevos
conflictos a nivel de las súper potencias y, en ese contexto, las naciones del
mundo deben tener una política clara y definida en cuanto a las relaciones
internacionales. Para el caso de América Latina es de vital importancia tomar
posición de manera unificada como región con el objetivo de minimizar los
coletazos de una posible crisis e inestabilidad tanto en el plano de la política
como de la economía.
“…Las políticas
exteriores de los Estados individuales deberían desvincularse, poco a poco, de
la categoría que hasta ahora ha constituido su eje más frecuente: la de
"nuestros intereses nacionales". Ella tiende más a dividirnos que a
unirnos. Cada uno de nosotros tiene algunos intereses específicos. Pero por
encima de ellos están los principios que abrazamos…”.
Václav Havel
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