Que una sociedad tenga leyes no garantiza de por sí
que la población las obedezca. Es
necesario el compromiso de todos, para que dichas normas tengan cumplimiento
efectivo. Tal idea la sostenía, en otras palabras, Juan Bautista Alberdi, una
de las fuentes intelectuales de nuestra Constitución Nacional.
Tampoco es necesario que haya muchísimas leyes, pues
la excesiva cantidad de leyes no significa que la sociedad sea ordenada. Para
ejemplos de esto se puede mencionar las normativas sobre tránsito o las leyes
que regulan las campañas políticas. Existen pero su acatamiento es muy
reducido. Y se podrían seguir citando ejemplos, pues sobran.
Sí, es muy importante que el Estado sea responsable y
haga efectivo el cumplimiento efectivo de los derechos humanos. Para eso, es
vital que los sucesivos gobiernos nacionales hagan lo imposible por concretar los
factores materiales (acceso al trabajo
digno, vivienda, entre otros), culturales (acceso a la educación) y políticos
(pleno goce de la democracia). Estos factores mencionados son condicionamientos
para la real vigencia de los derechos humanos. Y si no se dan o existen
parcialmente afectan la convivencia armónica de una sociedad.
También es cierto, que en los tiempos que pasaron y en
los que vivimos las leyes muchas veces no se cumplen. Mucha razón tenía el estadista
inglés, Benjamin Disraeli
(1804-1881) “Cuando los hombres son puros, las leyes son inútiles; cuando son
corruptos, las leyes se rompen”.
En una sociedad anómica como la nuestra, con una clara
inobservancia de las normas y con un Estado anémico, sin capacidad de ejercer
el poder de control, se genera una situación muy compleja.
Encima tenemos
un poder judicial ralentizado y sobrecargado. Todo esto conforman un
acumulativo muy negativo.
Es así donde algunos de los que más tienen, aprovechan
todavía más, para no cumplir con las normas, y sacar ventajas. Esto es muy
antiguo, ya lo decía Anacarsis, filósofo griego del
S. VI a. C., “muchas veces las leyes son
como las telarañas: los insectos pequeños quedan prendidos en ellas; los
grandes la rompen”.
Uno de
los primeros pasos que se deberían impulsar para revertir esta situación
tendría que surgir desde arriba, con autoridades, ya sean locales, provinciales
o nacionales, cumpliendo verdaderamente las leyes. El paso siguiente debería
ser que se cumplan con las reglas de legalidad y control, que integran las normas de la
democracia, de forma tal que aquellos funcionarios políticos que actúen al
margen de la ley sean sometidos a juicio político o a la justicia común, según corresponda
Por otro lado, desde abajo, las personas y grupos sociales más activos han de trabajar para que la toma de conciencia se extienda a sectores cada vez más amplios de la sociedad. Es vital comprender la importancia del cumplimiento de las leyes y ella reside en que todos vivamos mejor. Todo proceso de cambio tiene una primera etapa de sensibilización . Creo que llevaría tiempo pero no es imposible de alcanzar, sólo hay que comprometerse a caminar por esta senda.
Escrito por: Emilio Rodriguez Master en Ciencia Política.
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