Desde la aparición de los
seres humanos y casi de manera simultánea se produjeron las primeras
migraciones que continuaron a lo largo de miles de años y que continúan en la
actualidad.
En aquel mundo antiguo y primitivo
de aldeas y tribus no existían los conceptos de Estados nacionales, límites o
fronteras, sino, simplemente un espacio territorial donde las diferentes tribus
o clanes ejercían su dominio como cazadores y recolectores.
Así, dando un gigantesco
salto en el tiempo, llegamos hasta
nuestros días, un mundo globalizado e interconectado donde al parecer los
conceptos de límites y fronteras no ha evolucionado conforme al desarrollo
humano en las demás dimensiones.
Básicamente la migración se
define como la entrada a un país o región de personas que nacieron o proceden
de otro lugar, luego comienzan las especificaciones técnicas como por ejemplo inmigración
y emigración. En realidad son tecnicismos que no sirven, no explican ni
comprenden la realidad del mundo actual.
Si cada persona se toma
algunos minutos de su tiempo para reflexionar al respecto, surgen claramente
pensamientos que demuestran la caducidad no sólo de conceptos como emigración e
inmigración sino, también, los conceptos de límites o fronteras entre las
naciones. Todos estos términos, forman parte de un mundo pasado que
inevitablemente está llegando a su fin y que ha sido inculcado durante siglos
con el solo objetivo de dividir y enfrentar a los seres humanos con la errónea idea
de los nacionalismos que fue el paso previo que condujo a la xenofobia y el
racismo que por desgracia ha padecido la humanidad.
Se han escrito y se podrían escribir
enciclopedias enteras sobre la falacia del nacionalismo y las nefastas
consecuencias que tales creencias acarrean. No es la intención ahondar más en
dicho término, pero, sí plantear la necesidad de adoptar una mirada diferente,
nueva y superadora respecto de la migración.
En la República Argentina el
tema de la inmigración ha estado desde siempre muy presente, incluso quedó plasmada
en nuestra Constitución la idea que nuestros padres fundadores tenían para
quienes quisieran habitar el suelo patrio.
La historia de la Argentina
y de Latinoamérica se explica y se comprende teniendo presente que la inmigración
tuvo y aún tiene un rol fundamental en el desarrollo y evolución de nuestros países.
Como colonias españolas o portuguesas, poseemos una historia en común, elemento
que nos da identidad y sentido de pertenencia desde el Río Bravo en
el norte hasta Ushuaia en el sur.
La historia es cíclica y
cada cierto tiempo reaparece el fantasma del nacionalismo, el racismo y la
xenofobia, algunas veces disfrazado de proteccionismo, incluso, se usa a la
inmigración como chivo expiatorio de los males que sufre una determinada
sociedad, pero eso no debe engañarnos ni confundirnos, son simplemente excusas
y justificaciones de políticos o gobiernos cuya incompetencia e incapacidad
para dar respuestas y soluciones los lleva a adoptar acciones que denigran la condición
de ser humano.
El peligroso efecto de la política
que lleva adelante el país más poderoso del mundo en materia migratoria sin
lugar a dudas infectará las mentes de muchos gobernantes alrededor del mundo,
pero, Argentina no puede ni debe contaminarse ni dar la espalda al espíritu de
su ley fundamental que es la Constitución en cuanto a la inmigración.
Recientemente, en Argentina
se planteó la “necesidad” de endurecer la política migratoria mediante una
reforma, que entre otras cosas permite la expulsión de los inmigrantes, modificación
de trámites y se eliminaría la unidad familiar como condición que evita la
deportación. Incluso se han alzado voces de algunos políticos como es el caso
especifico de Miguel Ángel Pichetto quien declaró: "La Argentina tiene que controlar. Hay una migración muy compleja
y no hay ningún tipo de reciprocidad, sostuvo el senador, quien criticó las
oportunidades que se les dan a los inmigrantes en territorio argentino en
detrimento de las que los argentinos reciben en otros países latinoamericanos. Tenemos
que dejar de ser tontos. El problema es que siempre funcionamos como ajuste
social de Bolivia y ajuste delictivo de Perú”
Verdaderamente lamentable y
repudiable que un político pueda pensar y emitir una opinión sin fundamento y
cargada de ignorancia, xenofobia y discriminación. Y es que, tan burdo es el
sentido argumental que se plantea en términos de “reciprocidad”. La Nación
Argentina debe otorgar todos los derechos y obligaciones a los inmigrantes como a los ciudadanos nacidos
en el país, sin importar si existe por parte de otro país reciprocidad, ¿si no
fuera así que nos diferenciaría de los xenófobos y racistas de otras partes del
mundo?.
Tales opiniones dejan al
descubierto la hipocresía de una parte de la clase política. Es incluso
reprochable desde el punto de vista de la religión pues como expresa el
evangelio: “…Amad a vuestros enemigos
y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No
hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?...” . Verdaderamente, ¿qué haríamos de
extraordinario si tratamos mal a quienes nos tratan mal?.
Desde
el punto de vista de la filosofía o la sociología es igualmente repudiable e
incluso contradictorio. Para ejemplificar podemos analizar dos conceptos, por
un lado el “nacionalismo”, por otro lado el “humanidad”.
El Nacionalismo se define
como “una ideología y un movimiento
sociopolítico que se basa en un nivel superior de conciencia e
identificación con la realidad y la historia de una nación. Como
tal, el nacionalismo fundamenta
sus ideas en la creencia de que existen ciertas características comunes a
una comunidad nacional o supranacional, debido a lo cual se propone
legitimarlas y modelarlas políticamente”. El sentimiento de
pertenencia a la nación propia se llama patriotismo,
que llevado más allá de ese sentimiento se convertiría en nacionalismo.
La palabra Humanidad se
origina en el latín. Proviene de humanitas, humanitatis y está formado por
humus, humi cuyo significado es tierra, suelo, el sufijo -anus
(equivalente a procedencia o pertenencia) y el sufijo -tat- correspondiente a
los abstractos de cualidad, por tanto se puede considerar que el concepto
original de este vocablo es la cualidad de lo equivalente o perteneciente a la
tierra.
De
lo anterior, podemos inferir que puede existir un sentimiento de pertenencia a
una ciudad, un país o una región, es un sentimiento de afecto natural que
cualquier persona puede tener por haber nacido o crecido en un determinado
lugar. Sin embargo, si anteponemos el patriotismo o su degeneración el nacionalismo
a la idea o concepto de humanidad, entonces, significa que en lugar de haber
evolucionado, los seres humanos estamos involucionando, siendo más rústicos e
ignorantes hoy que hace miles de años atrás.
Nuestro
pueblo no puede ni debe permitir que se restrinjan los derechos de cualquier
persona que quiera habitar el territorio argentino.
Es
lógico y aceptable que existan controles migratorios, pero no algún tipo de
restricción. Además, el mayor problema no es la inmigración en sí, sino, la inmigración
ilegal, ya que es justamente allí donde se necesitan los controles del Estado
para evitar y erradicar el contrabando, la trata de personas, el narcotráfico o
el terrorismo. En definitiva, no se trata de restringir la inmigración poniendo
trabas burocráticas para que una persona pueda radicarse en el país, sino, por
el contrario, garantizarles el derecho a una vida digna.
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